Embriagada de María Luisa y Teresa,

Comenzó a escribir,

Con una palidez fúnebre

De la muerte precoz de su adolescencia.

Un par de libros se encontraban recostados

Sobre su cama, principales causantes

De su manía y devoción a las letras.

Venía llegando de la sociedad,

De donde se retiraba impregnada

De consejos tornasoles

Y lluviosos tinteros sabios.

Estaba acostumbrada a dejar secar las flores

En un tubo precipitado azul

Esconde una rosa, y una violeta

Que aguarda la crónica de su ocaso anunciado

Recibe telegramas de amigos

Que requieren de sus facultades adivinatorias

Y las cenizas de sus inciensos.

Dice no extrañar a nadie

Pero de lunes a viernes

Duerme en el vagón

Que guarda la mente de Orfeo.

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